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Estando en la cama disfruté al máximo
con los delirios que soñé despierto.
Vi a un rojo pájaro atrapado en grandes
telas de araña que tejidas fueron
por el ciempiés que usa los cienzapatos.
También vi a un buitre ciego hablar contento
con el vivo que bebe a la salud
de los ahorcados que en cadalsos negros
bailan al son del viento frío y tenso.
Con la espada en la mano, un viejo sabio
piel roja se intentó fugar del pueblo
que hay junto al lago gris de la llanura
que está entre las montañas de los pechos
de la mujer casada con el jefe
indio de un pueblo maya fuerte y grande
que navega en el barco embotellado
en la botella llena de ginebra.
En mis delirios de oro vi a una bruja
que me besaba entero con sus labios
y con su roja lengua recorría
la comisura de mi boca abierta.
Esto ocurrió mientras dormía enfermo
sobre ese frío lecho rojo y lúgubre.
Pero no me desperté solo en la cama
pues te sentí a mi lado, junto a mí.
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