Haikú de los Poetas

Sólo el poeta
sabe hacer los milagros
como dios manda.

lunes, 29 de marzo de 2010

Instantes (Jorge Luis Borges)


Si pudiera vivir nuevamente mi vida. En la próxima

trataría de cometer más errores. No intentaría ser tan

perfecto, me relajaría más. Sería más tonto de lo que

he sido, de hecho, tomaría muy pocas cosas con seriedad.

Sería menos higiénico.

Correría más riesgos, haría más viajes, contemplaría

más atardeceres, subiría más montañas, nadaría más ríos.

Iría a más lugares adonde nunca he ido, comería más

helados y menos habas, tendría más problemas reales

y menos imaginarios.

Yo fui una de esas personas que vivió sensata y

prolíficamente cada minuto de su vida: claro que

tuve momentos de alegría.

Pero si pudiera volver atrás trataría de tener

solamente buenos momentos.

Por si no lo saben, de eso está hecha la vida

sólo de momentos; no te pierdas en el ahora.

Yo era uno de esos que nunca iban a ninguna parte

sin un termómetro, una bolsa de agua

caliente, un paraguas y paracaídas; si pudiera

volver a vivir, viajaría más liviano.

Si pudiera volver a vivir comenzaría a andar

descalzo a principios de la primavera y seguiría

así hasta concluir el otoño.

Daría más vueltas en calesita, contemplaría más

amaneceres y jugaría más con los niños, si tuviera

otra vez la vida por delante.

Pero ya ven, tengo 85 años y sé que me estoy muriendo.



Jorge Luis Borges

martes, 2 de marzo de 2010

Brindis

Brindo por el mar,
por las gaviotas
amarillas
que lamen las pupilas del ahogado,
por el lienzo acuchillado,
por las últimas notas
en el piano del bar,
por el soldado
de las tres derrotas,
por el pan de tus mejillas,
por las siete maravillas,
por el rey destronado
en las alcantarillas,
por la lluvia de las mil y una gotas,
por la aguja en el pajar,
por el oso polar,
por las novias del pasado,
por las bolas de billar
que robaron las ardillas,
por la casa sin tejado
donde ha escrtio y ha firmado
sus mejores osctavillas
el poeta enamorado,
por el gato sin botas,
por las bicicletas rotas,
por la fruta del pecado,
por la lanza en el costado,
por el verbo acariciar.

Así que ¡camarero!,
pues debajo del sombrero
habita el caballero
de la mala estrella,
apóstol de la acción,
sucio como cenicero,
el último en dinero,
en rosas el primero,
París con aguacero,
tres tangos, un bolero,
sin trampa ni cartón,
que no falte esta botella
que me colme la copa,
que no falte esa doncella
que me quite la ropa,
que no falte corazón.

Brindo por la brisa
en los ojos del puente,
por la princesa tartamuda,
por el cura sin camisa
seduciendo a la creyente,
por el koala que saluda,
por Pinocho cuando miente,
por el opio de la risa,
por quienes siempre dicen sí,
por la gitana pitonisa
anticipándose al presente
por un maravedí,
por el adolescente,
eterno colibrí
siempre a contracorriente,
por el ahoracado en la cornisa,
nunca por el presidente,
por la tripa de Buda,
por la jirafa ardiente
de Salvador Dalí,
por el columpio de la duda,
por la sombra testaruda
que nos sigue, aquí o allí,
por las fotos del ausente
en el álbum de la viuda,
por la bella durmiente
cuando está desnuda,
por la acera de enfrente,
por las puertas que no abrí.

Así que ¡camarero!,
pues debajo del sombrero
habita el caballero
de la mala estrella,
apóstol de la acción,
sucio como cenicero,
el último en dinero,
en rosas el primero,
París con aguacero,
tres tangos, un bolero,
sin trampa ni cartón,
que no falte esta botella
que me colme la copa,
que no falte esa doncella
que me quite la ropa,
que no falte corazón.

Brindo por los trigos
que crecieron en Roma,
por el alma, esa paloma
que viaja en autobús,
por la luna sin abrigos,
por los bosques con hadas,
por la danza dorada
de los siete ombligos,
por el semen de Jesús,
por los mendigos
amigos
de la nada,
que duermen sin almohada
y van de madrugada
al ring de los castigos,
por la loca iluminada
de cabeza afeitada
que muerde chupachús,
por los libros con carcoma,
por los ciervos en manada
que juegan con el sol al mus,
por el motorista en coma,
por la muerte, esa gran broma
que merece carcajada,
por los besos sin idioma,
por los niños con espada,
por la fiesta helada
de las putas sin diploma,
por el diablo, ese blues.

Así que ¡camarero!,
pues debajo del sombrero
habita el caballero
de la mala estrella,
apóstol de la acción,
sucio como cenicero,
el último en dinero,
en rosas el primero,
París con aguacero,
tres tangos, un bolero,
sin trampa ni cartón,
que no falte esta botella
que me colme la copa,
que no falte esa doncella
que me quite la ropa,
que no falte corazón.