Subo en un coche viejo y desgastado.
Pisa el pedal a fondo, el coche tiembla.
No se mueve, los largos años pesan.
Se empieza a cimbrear como un navío
sobre las olas de un gran mar azul.
Tardamos en llegar, olemos mal,
a gasolina y a tabaco rancio.
Y la palabra “club” iluminada
enciende mis deseos de volar,
arder y ser tragado por la tierra.
Ellos entran y llevan sus condones.
Y yo de allí me esfumo a buscarte.
Vuelo sobre alquitrán, sobre ciudades,
sobre calles y coches, sobre barcos
sobre ese gran camión, sobre los árboles
y, finalmente, sobre Salamanca,
Barcelona, Alcobendas y Madrid.
Llego cansado y tú, tranquila, dices:
“Vayamos juntos a Galicia. ¡Vamos!”
Sobre las rías bajas paseamos los dos,
y con intensidad las piedras botan
sobre el agua salada y se pierden
allá a lo lejos, en el mar azul.
Te miro. Me sonríes. Te sonrío.
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