Haikú de los Poetas

Sólo el poeta
sabe hacer los milagros
como dios manda.

domingo, 8 de agosto de 2010

La Llamada (Joaquín Caro Romero)


Atardecía en paz. La luz marchaba

sin prisas, sin pedirle nada al tiempo.

La soledad cercaba de renuncias

las mustias escaleras del silencio.


Y de pronto, el amor se hizo diálogo

por un timbre, unos números y un dedo

que echaron la inquietud, la dicha a suerte

y levantaron del oído el cerco.


Tu voz fue una dulcísima pistola

apuntada directamente al pecho

que yo puse al alcance de mi oreja

hasta meterme en la boca de fuego.


Y me abrasé. Y obtuve de tu lengua

si un descanso, sí un presentimiento,

que todo lo imposible guarda alguna

esperanza en el fondo sin saberlo.


Parecía la llamada de socorro

entre un barco sin mar y otro sin remos.

Y quisimos salvarnos de la nada

a uno dándole fondo y a otro aliento.


Tanta es la soledad y hoy valen tanto

unos minutos con tu voz en medio,

que más que nuestros años de amor juntos

estos minutos de ahora te agradezco.


Se interrumpió el contacto. No nos dimos

cuenta de que la ficha iba cayendo

en un mudo cadalso inaplazable

incapaz de ternura y retroceso.


¿A dónde fue tu voz? ¿Por qué de súbito

se cortó la palabra y el acento

y ni nos despedimos? ¡Qué sarcasmo

nos separa y nos rige desde lejos.


Pero el mar nos habló. Lo oímos desde

la caracola oscura de los sueños.


El vacío se interpuso. Hay ya culpable.

Ninguno de los dos colgó primero.

Todo podrá quedarse como estaba

mientras que no cambiemos de recuerdo.


Te seguiré esperando cada día

con la vela dispuesta para el viento,

con ganas de vivir, de navegar

sin acordarme de aquel hundimiento.


Aunque no suene más sobre la mesa

y me vaya con él quedando muerto,

cruzaré emocionado por la vida

con el oído pendiente del teléfono.


Joaquín Caro Romero

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