Haikú de los Poetas
sabe hacer los milagros
como dios manda.
jueves, 26 de agosto de 2010
La historia más bella del mundo
¿De dónde venimos? ¿Qué somos? ¿Por qué estamos aquí? ¿Adónde vamos? Son las únicas preguntas que vale la pena plantear. Hasta ahora sólo la religión y la filosofía ofrencían respuestas. Hoy también la ciencia tiene una opinión: ha reconstruido la historia del mundo.
Hay una misma evolución que, desde hace quince mil millones de años, empuja a la materia a organizarse, del Big Bang a la inteligencia.
Descendemos de los monos, de las bacterias y también de las galaxias. Los elementos que componen nuestro cuerpo son los que antaños fundaron el universo.
Este es el primer relato completo de nuestros orígentes, a la luz de los conocimientos más modernos. El universo, la vida, el hombre: tres actos de una misma epopeya contados en un diálogo clarificador. ¿Qué había antes? ¿Cómo la vida ha nacido de lo inanimado? ¿Va a proseguir esa evolución? ¿Es compatible con la fe? Sí, sin duda es la historia más bella del mundo porque es la nuestra.
domingo, 8 de agosto de 2010
Desde que el Hombre es Hombre
de la Bomba Atómica
Hace catorce billones de años, toda la materia del universo se encontraba en un punto muy caliente y muy denso. De repente, hubo una gran explosión y todo comenzó a expandirse. Cada galaxia, cada estrella, cada planeta se creó.
Millones de años después, en un planeta que se había ido enfriando lentamente en cuyo regazo se había desarrollado
Todo se volvió tan oscuro, que esta raza, supuestamente inteligente, creyó que podía hacer lo que se le antojara. Comenzó a extraer combustibles de las entrañas del planeta más hermoso de aquel lejano sistema solar, comenzó arrojar residuos contaminantes a los cielos y a los mares. Se mataba y arrasaba todo cuanto se veía sin ningún tipo de control: bosques, especies, incluso a sus propios semejantes dejaban que murieran en la miseria acaparando, unos pocos, toda la riqueza y dejando a la mayoría sin una gota de compasión.
Pero no todo era malo, se había desarrollado una historia, una cultura, se había descubierto formas en las que todos podrían vivir en paz, formas de energía que no conllevaban a la destrucción del planeta. Cada individuo de esta raza magnífica de animales inteligentes, tenía su propia historia, era capaz de crear su propio universo. Era tal el poder que tenía aquella especie, que no había nada que no estuviera a su alcance. Si querían volar, podían crearse alas; si querían correr más veloz que ningún otro ser vivo, podían hacerlo. Llegaron tan alto que incluso salieron de su planeta en varias ocasiones.
Su capacidad de creación, su majestuosidad habría tenido el mismo límite que la imaginación si, en verdad, esta especie hubiera sido elegida por Dios y éste le hubiera dado sensibilidad, conocimiento y razón. Y en vez de convertirse en el mayor milagro, se convirtieron en la enfermedad mortal que padeció su planeta, un virus que nació, se reprodujo y arrasó todo lo que pudo hasta su propia autodestrucción.
Hoy, ya no quedan restos de esa civilización. Aquella especie de monos ya no es más que una especie extinta, que curiosamente, su desaparición no se debió a fenómenos naturales ni a meteoritos; sino a su egoísmo, su gula, su inconsciencia y a su ciega ignorancia de que únicamente era una especie animal más sobre
Esto ocurrió en una galaxia muy muy lejana. Pero la especie humana, una especie más de simios, va por el mismo camino. Cuando dejamos un grifo abierto, cuando tiramos una botella de plástico por la ventanilla del coche, cuando vertemos gases a la atmósfera sin control, cuando torturamos y matamos animales por puro entretenimiento y diversión, cuando nos olvidamos de nuestros hermanos, cuando somos inconscientes con nuestras acciones, estamos contribuyendo a nuestra propia extinción.
Cuando un hombre escupe al suelo, se está escupiendo a sí mismo.
La Llamada (Joaquín Caro Romero)
Atardecía en paz. La luz marchaba
sin prisas, sin pedirle nada al tiempo.
La soledad cercaba de renuncias
las mustias escaleras del silencio.
Y de pronto, el amor se hizo diálogo
por un timbre, unos números y un dedo
que echaron la inquietud, la dicha a suerte
y levantaron del oído el cerco.
Tu voz fue una dulcísima pistola
apuntada directamente al pecho
que yo puse al alcance de mi oreja
hasta meterme en la boca de fuego.
Y me abrasé. Y obtuve de tu lengua
si un descanso, sí un presentimiento,
que todo lo imposible guarda alguna
esperanza en el fondo sin saberlo.
Parecía la llamada de socorro
entre un barco sin mar y otro sin remos.
Y quisimos salvarnos de la nada
a uno dándole fondo y a otro aliento.
Tanta es la soledad y hoy valen tanto
unos minutos con tu voz en medio,
que más que nuestros años de amor juntos
estos minutos de ahora te agradezco.
Se interrumpió el contacto. No nos dimos
cuenta de que la ficha iba cayendo
en un mudo cadalso inaplazable
incapaz de ternura y retroceso.
¿A dónde fue tu voz? ¿Por qué de súbito
se cortó la palabra y el acento
y ni nos despedimos? ¡Qué sarcasmo
nos separa y nos rige desde lejos.
Pero el mar nos habló. Lo oímos desde
la caracola oscura de los sueños.
El vacío se interpuso. Hay ya culpable.
Ninguno de los dos colgó primero.
Todo podrá quedarse como estaba
mientras que no cambiemos de recuerdo.
Te seguiré esperando cada día
con la vela dispuesta para el viento,
con ganas de vivir, de navegar
sin acordarme de aquel hundimiento.
Aunque no suene más sobre la mesa
y me vaya con él quedando muerto,
cruzaré emocionado por la vida
con el oído pendiente del teléfono.