Estaba en la residencia, Juan Luis tocaba un violín con un vibrador morado sentado encima de una televisión. Puse el Canal + para ver a mis compañeros en un programa de cocina, me tumbé en la hierba y vi llover coballas moradas que corrían por el agua. Me aburrí de ver en la televisión a un gato bebiendo garrafón y descendí por unas escaleras de papel de periódico para llegar a mi cama que estaba atracada en un puerto al lado de Madrid. Me metí en ella y me puse a construir un castillo de arena del cual salió Juan Luis con su violín. Fue entonces cuando decidí que la música no era lo mío y pensé en irme a Nueva York a estudiar búlgaro. Fui a casa para meter en la maleta un plano del metro de Salamanca y cabalgué a lomos de una coballa hasta la parada del bus donde cogí el cuatro, que me dejó en la puerta del Empire State Building.
Me di cuenta que no llevaba sombrero, por lo tanto me tuve que comprar unos zapatos rojos. Esto, a su vez, me obligó a que fuera al bar que hay en la plaza de la iglesia de mi pueblo y le metiera un dinar y medio en la máquina tragaperras de la cual me salieron siete euros así que me corté el pelo.
Claro que, ese dinar y medio, se lo gané en una partida de mus que echaremos la semana siguiente a la boda que se celebrará el próximo domingo a un hombre que tiene un hijo cuya novia es dueña de un perro que nunca ha estado en París. Bueno… ¡lo importante es que me corté el pelo!
Después de perseguir a una coballa morada por el agua, me sentí agotado de una dura y larga jornada de trabajo. Recogí el martillo, el carboncillo y el cable USB y me fui a dormir a una tienda de campaña que había en la cocina de la casa de mi abuela.
3 comentarios:
Me encanta.
Me encanta.
Muchas gracias por tu valoración, Lucy.
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